Soy María, María Amparo, María Amparo Valles, Valles Briseño. Hija de Bernardo y Jacinta, Bernardo Valles y Jacinta Briseño. Hermana de Venustiano, Adolfo Pedro, Rosa Gertrudis, Severiano y Lucila del Carmen Valles. Valles Briseño. Hoy cumplo cien años. Vengo de una tierra de polvo, polvo y tierra, tierra y sol, sol y aire, aire y tierra, desierto y sol, silencio y desierto, de la zona del silencio, del silencio del desierto. Un lugar donde el sonido se escucha más fuerte: el grillo canta, el coyote aúlla y el cenzontle grazna. Aúlla, canta y grazna. Luego viene el silencio. El silencio de las estrellas. El brillo de las estrellas que gritan en silencio.
Nací con la luz de las velas, guiándome por el silencio de la noche. Una noche de estrellas fugaces explotando en silencio, en el silencio del desierto. Callado, pero ruidoso; ruidoso pero silencioso; casi imperceptible, pero imposible de no ver, de no oír. Es la zona del silencio. El pequeño pueblo de calles silenciosas y empolvadas, que gritan su lugar en el desierto.
La semana suele ser ruidosa. Los niños de la escuela cantan, gritan, como el cenzontle y el grillo. También ríen, luego vuelven al silencio. Dentro del salón. Donde se enseña el silencio.
Las casas se agitan durante el día. Las estufas silban, las puertas rechinan y los perros ladran. La tierra se moja para ceder al desierto y se envuelve de silencio la tarde.
En la noche, la cantina grita en esas calles. Los hombres entran y salen en silencio, a oscuras. Escucho con mi olfato. El silencio no existe en el silencio. La calle adosada habla. Los hombres van y ríen con las putas que no conocen el silencio. El silencio es para las damas, mirando quién entra y sale, guardándose el secreto. Hablando en silencio.
Los años pasaron y el silencio quedó escrito en el papel, en las arrugas de la piel, en el aire empolvado, en el sol de la tarde y en el silencio del desierto. La piel que ve, pero que silenciosa siente lo que la boca calla. Nací y crecí en el pueblo del silencio, callando lo que ves y gritando los silencios.
A mis cien años sigo cargando el silencio. Abro las puertas para que salga y se desempolve, vuele, se confunda con el aire, con el polvo y con la tierra, con el coyote, el grillo y el cenzontle. Hoy, a mis cien años, abro el silencio. Que se prepare el monte, la cantina, el cementerio y las calles oscuras.
Nací en la zona del silencio. Moriré con el silencio abierto, la sonrisa sarcástica y el tiempo que no vuelve.
16.06.2025